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El mejor oficio del mundo

  • Jiuangrid Figueroa
  • 25 abr 2015
  • 5 Min. de lectura

Mi nombre es Jiuangrid Figueroa y ejerzo el mejor oficio del mundo desde hace tres maravillosos años, afortunadamente, conozco de muchos colegas que llevan años en esto y siempre tienen un consejo debajo del teclado para mí. De este lado del mundo, las letras son vida, las historias son alimento, las fotografías son sueños y los libros son cápsulas de realidad de los cuales no cualquiera puede escapar.


De este lado del mundo resulta fascinante sentirte identificado con el nacionalismo y profesionalismo de Renny Ottolina , quitarme el sombrero frente a Nellie Bly, aplaudir las sabias palabras de Gabriel García Márquez , visualizar con nostalgia las letras de Arturo Uslar Pietri, aplaudir la obra de Ryszard Kapuscinki y darle infinitas gracias a Johannes Gutenberg por el invento que más tardes nos permitió acceder a una profesión. De este lado del mundo hemos cambiado máquinas de escribir por teclados y pantallas táctiles, fuentes anónimas por declaraciones mediáticas y pasamos de ir y venir de una redacción a editar desde nuestro celulares la noticia del día. Mi nombre es Jiuangrid Figueroa y yo soy Periodista.


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Soy una pichona dentro de la profesión más antigua del mundo, una de las más demandadas y una de las más difíciles de ejercer en tiempos de silencio y globalización, donde todos quieren hablar sin leerse ni escucharse primero. Yo estoy creciendo en un momento de metamorfosis donde nosotros, los comunicadores, lidiamos con el hecho, la historia, la aprobación, la publicación, las mentiras y las verdades, las marcadas tendencias de líneas editoriales y la constante guerra contra la propagación de rumores alimentada por la era digital (mucho de lo viejo para lo nuevo).


Muchas de las personas que conozco se sorprenden (y yo me sorprendo de ellas), porque tienen un marcado estereotipo de lo que "debe" ser un periodista. Algunos de esos paradigmas son:


1. Somos enemigos de todos los gobiernos de turno (generamos las agendas negras).


2. Conocemos todo, nada se nos escapa de las manos.


3. La malquerida objetividad (que dolor de cabeza).


4. Dominamos los secretos del mundo ( ¿De verdad?).


Con honestidad, sencillamente somos humanos, personas que con una marcada tendencia al servicio social estamos para investigar, analizar, jerarquizar y plasmar realidades que ayudan a la sociedad, o por lo menos para eso me formé. Me atrevería a decir que realmente lo que sucede es que en esa búsqueda informativa siempre nos topamos con cosas que otros no quieren que se sepan porque distorsionan sus discursos. No somos unas enciclopedias ambulantes, ya lo decía el gran Gabo en su discurso de 1996 ante la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en Los Ángeles : "La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo trabajo se encargaba de fomentarla".


La objetividad es tan real como la verdad. El inicio de cualquier párrafo está marcado por nuestra formación, estructuramos la noticia desde donde nos palpan los dedos, desde donde decimos ¡esto es interesante! Aún así lo que escribimos lo revisan mil ojos antes de que circule en cualquier plataforma (tv, prensa y ahora soportes digitales). Y no es fácil, lo peor que ha podido ocurrirme en este mundo periodístico es que cuestionen lo que estoy escribiendo hasta el punto de decirme "esto no es correcto, no debe ir, esto no sirve", está es la traducción instantánea de un golpe bajo, las primeras veces fueron terribles, las demás aprendí a defender mi propio juicio y con temor acepte las consecuencias.


Como periodistas cuando nos especializamos en alguna fuente, terminamos por odiar conocer tanto sobre el tema. Particularmente, me llena de ira ser consciente de que las cosas no se hacen de la forma correcta y por eso llevo siempre mis trucos bajo el lápiz y en cada palabra que pronuncio. Acceder a la fuente es otro gran obstáculo. Quién no haya pasado tres horas o más esperando al entrevistado, cruzando los dedos para que no te cancelen, quien no resista hasta lograr esas doradas declaraciones no ha vivido ni la mitad del lado menos amable del periodismo.


Tus ideales, tu ética y tus aspiraciones están en tela de juicio todo el tiempo, siempre estás entre una disputa legal, editorial y humana. Por otrolado, cuando estudias periodismo quieres cambiar el mundo, cuando sales a ejercer solo quieres que el mundo no te cambie a ti y tu fuerte es conservar la idea de que debes ser cuidadoso porque las personas te leen y creen en ti. Todo cambia, llegas a manejar tantos temas al mismo tiempo que puedes hablar en una hora con doctores, ingenieros, profesores, arquitectos, estudiantes, políticos, contadores, economistas, turistas y extraer las mejores historias de las amas de casa, los taxistas, los obreros, carpinteros, madres solteras, esposas desesperadas, entre otros.


Hablas tanto que en ocasiones te mandan a callar. Cuando vas al cine tus amigos desean que nos les hables de secuencias, planos, efectos especiales, no les cuentes la vida de los directores o les hagas reseñas de las críticas de expertos. Ya no quieres un Oscar, prefieres ganar un Premio Pulitzer, Premio Nobel, el Premio Nacional de Periodismo o el Premio Renny Ottolina. Y anhelas poder publicar tu primer libro en cualquier género.


Aún con todo los obstáculos y barreras, para mí, este es el mejor oficio del mundo. Porque tienes la oportunidad de conocer relatos que te cambian la vida por completo, héroes anónimos que hacen renacer tu esperanza , las mil vertientes de un solo hecho, amplias tu mente diariamente, discutes con argumentos concretos, tu perspectiva se transforma y con ella tus decisiones. Para ser periodista debes sentir pasión por esto, no es un trabajo común, requiere de muchos sacrificios, muchas pruebas de resistencia, empatía y capacidad de querer quedarte cuando otros se van porque tú responsabilidad es narrar el hecho. Debes ser tolerante y flexible para aceptar los retos que te llevarán a ganar credibilidad. La honestidad es tu bandera porque "Los cínicos no sirven para este oficio" y no lo digo yo, ya lo ha escrito Ryszard Kapuscink.


Tus mejores aplausos son !Gracias por escucharme! ¡Gracias por llegar! y hasta ¡Gracias por salvarme la vida! y aunque te parezca imposible, siempre tendrás lectores leales que esperarán con ansias a la publicación de tu próximo reportaje, nota de prensa, crónica y existirán esas personas que te digan ¡yo no podría estar ahí!


Así que la próxima vez que te acerques a tu amigo periodista pregúntale ¿qué lo mueve a ser comunicador social? y encontrarás una explicación fascinante más allá del cliché de "estar cerca de los actores famosos".


Gracias a todos mis profesores, colegas, fuentes y quienes me han reconfortado en este inicio y sobretodo gracias a mi país Venezuela por darme la oportunidad de crecer entre sus historias, enseñarme el valor de ser fuerte frente a la adversidad y formarme en resistencia y dedicación ante la bruma de la inconsciencia y la necesidad desesperada de creer en la verdad.


 
 
 

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